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Agroecología biotecnológica

Agroecología biotecnológica

La ecología es la ciencia que estudia los seres vivos como habitantes de un medio, y las relaciones que mantienen entre sí y con el propio medio, es decir, la biología de los ecosistemas. A su vez, los sistemas agrarios se desarrollan ocupando el espacio natural por lo que forman parte de los ecosistemas y su estudio podría definirse como agroecología.

 

Todas las acciones realizadas en la producción agrícola tienen un impacto en su ecosistema y en la biodiversidad; por ejemplo: la especie cultivada, la maquinaria utilizada, el uso de productos fitosanitarios, fertilizantes o el control biológico aplicado (uso de especies de insectos, microorganismos o virus para controlar las poblaciones de otros organismo), entre otros factores.

 

El concepto ecológico significa “perteneciente o relativo a la ecología”; en este contexto la acepción sería “un producto o a una actividad que no es perjudicial para el medio ambiente”. Por tanto, lo ideal es poner todos los esfuerzos para que la agricultura sea ecológica, con un impacto neutro o positivo en la biodiversidad y el entorno. Para evitar malentendidos, aclaro que no me refiero a la Agricultura Ecológica (con mayúsculas para diferenciarla), que es aquella regulada por el Reglamento (UE) 2018/848, identificable porque los productos derivados llevan el sello de la hoja verde, que también es conocida como orgánica (del inglés, organic farming).

 

En este punto me permito la primera reflexión: la Agricultura Ecológica en Europa suponía en 2020 el 9 % respecto del total de superficie cultivada, por lo que el 91 % corresponde a la que llamamos agricultura convencional. Sin embargo, y dado que la Agricultura Ecológica se asocia con métodos más tradicionales (de la huerta de nuestros abuelos), y dado que convencional se refiere a “lo que resulta o se establece en virtud de precedentes o de costumbre”, sería más lógico llamar convencional a la Agricultura Ecológica del sello, y al resto llamarla simplemente agricultura y seguir luchando por que cada vez sea más sostenible –y, por tanto, ecológica–.

 

En cualquier caso, prescindiendo de cuál es más convencional, ambos tipos de agricultura pueden llevarse a cabo a escala industrial o en invernaderos de plástico, puesto que la normativa de orgánica se refiere principalmente a los insumos permitidos (veto a los productos químicos de origen sintético) o a la prohibición de organismos modificados genéticamente.

 

Los desafíos de la alimentación y de la agricultura sostenible desde un punto de vista social, económico y del medio ambiente no son pequeños. Necesitamos conseguir alimentos seguros, sostenibles y asequibles, abordar los problemas que genera el cambio climático o la aparición de enfermedades emergentes en cultivos, y lograrlo protegiendo el medio ambiente y manteniendo la biodiversidad, sin olvidar un retorno económico justo en la cadena agroalimentaria. No parece sencillo y, por si fuera poco, hay que enfrentarse a los retos de los conflictos geopolíticos. En Europa estos desafíos se pretenden superar con las estrategias De la granja a la mesa y el enfoque sobre biodiversidad dentro del Pacto Verde Europeo.

 

Los objetivos de estas estrategias para 2030 son muy ambiciosos, algunos de difícil viabilidad: por ejemplo, reducir el uso de pesticidas un 50 % y el de fertilizantes un 20 %. También hay otros con una utilidad cuestionable, como aumentar el porcentaje de superficie agrícola dedicada a la Agricultura Ecológica hasta el 25 % del total (la del sello, no necesariamente más ecológica). Lo que está claro es que estos cambios introducirán una gran presión en los sistemas agrícolas.

 

Según los cálculos de un informe sobre el pacto verde realizado por más de 30 investigadores de universidades y centros de investigación españoles el grado de autosuficiencia agroalimentaria de la UE actualmente es del 105%. Por otro lado, una investigación del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y otra del Centro Común de Investigación la UE (JRC) prevén que las medidas de las estrategias del pacto verde pueden tener un impacto en pérdida de producción de entre el 7 y el 15 %, por lo que aún en el mejor de los casos dejaríamos de ser autosuficientes, si no se toman medidas adicionales.

 

Para adaptarse a los cambios propuestos necesitamos cultivos que produzcan más con menos, variedades más adaptadas al cambio climático, nuevas estrategias de control de plagas y mejorar la adquisición y procesamiento de datos para optimizar los procesos. Una de las principales herramientas es la generación de conocimiento para buscar soluciones impulsando la investigación, desarrollo e innovación en distintas áreas, entre las que se encuentra la biotecnología; pero, además, tenemos que ser capaces de transferir ese conocimiento y hacerlo accesible a los agricultores.

 

Las recomendaciones que propone la Academia de Ciencias de los EE. UU. para desarrollar esta I+D y que la agricultura siga proporcionando alimentos de una manera sostenible son los siguientes:

 

  • Dar prioridad a los enfoques multidisciplinares
  • Desarrollar sensores en toda la cadena agroalimentaria
  • Potenciar la ciencia de datos e inteligencia artificial
  • Explotar el uso de la genómica y la genética
  • Aumentar la comprensión de los microbiomas del suelo y de las plantas

 

Dos de estas cinco recomendaciones son abordajes biotecnológicos que pueden aportar soluciones para cumplir los objetivos de producción sostenible y, por tanto, ecológica. Algunas de las soluciones basadas en biotecnología son el aprovechamiento de productos de desecho de la industria (economía circular) y el desarrollo de bioestimulantes, o el desarrollo de productos fitosanitarios basados en microorganismos que sustituyan el uso de productos químicos. Estas estrategias son fácilmente adaptables al 100 ≠­% de la agricultura, sin importar etiquetas, con una legislación clara para ello.

 

Mientras tanto, otras soluciones como la mejora de variedades resistentes contra plagas, resistentes a condiciones ambientales adversas o con mejoras de producción y calidad tienen más problemas para llevarse a cabo, ya que de ser obtenidos por técnicas como la edición genómica o con transgénicos (los cuales han demostrado ser seguros y aportar soluciones innovadoras) de momento no pueden ser aprovechadas por ninguna de las agriculturas en Europa debido a una legislación demasiado restrictiva y anticuada.

 

La propia Comisión Europea está en proceso de adaptación de la legislación para aprovechar todo el potencial que tienen las Nuevas Técnicas Genómicas (del inglés NGT), como el CRISPR, para afrontar los desafíos de la producción agrícola y son consideradas necesarias para cumplir los objetivos del Pacto Verde, planteando incluso en su informe que no usarlas supondría perder una oportunidad. En la consulta pública que la Comisión ha realizado en julio de 2022 el 80 % de los participantes cree que la legislación actual no es apropiada y el 61% consideran que no usar estas técnicas puede tener consecuencias a corto, medio y largo plazo siendo una pérdida de herramientas para enfrentar el cambio climático.

 

Otros enfoques, más allá de la biotecnología, se pueden y deben realizar para avanzar en sostenibilidad y protección del medio ambiente en agricultura, como es el caso de la disminución del desperdicio alimentario. Será necesario entenderse, eliminar barreras y aceptar que podemos desarrollar una agricultura ecológica y biotecnológica sin ponernos piedras en el camino o sin tirarlas sobre nuestro tejado; el objetivo es claro y todos perdemos si pretendemos dividir la agricultura. Ha llegado el momento de desarrollar una única agricultura basada en Agroecología Biotecnológica, o, dicho de otra manera, una agricultura sostenible y ecológica sin límites al conocimiento, a la ciencia ni a la biotecnología.

 

Jesús Agüero González

Empleado externo – Freelance (delega Biotec)

Estrategia, Procesos y Comunicación

Licenciado en biología, doctor en biotecnología y MBA

jesus.aguero@delegabiotec.com

https://www.linkedin.com/in/jesús-agüero/

 

Belén Barroeta
belen.barroeta@imdea.org